‘Laringismo’, que no se note que no hacemos nada
Fecha: 23 Nov 2018
Artículo de opinión de Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general de UGT, en "El Siglo de Europa"
He dado con el palabro que encabeza este artículo al hilo del aniversario de la Constitución Española de 1978, que al parecer –para unos más que para otros– está entrando simultáneamente en los cuarenta y en la crisis vital propia de esa edad. La Constitución tuvo padres, ninguna madre. El simple hecho de que en el año 1931, durante las Cortes Constituyentes de la República, hubiera una mujer entre los ponentes constitucionales y ninguna 47 años y una dictadura después es, cuando menos, llamativo.
Clara Campoamor es el referente de la lucha por el derecho al voto de las mujeres en España, una defensa que pudo protagonizar porque fue la única mujer que formó parte de aquella Comisión constitucional y, actuando como portavoz de la misma, se reveló como una brillante parlamentaria.
Casi todo el mundo recuerda su intervención de octubre de 1931 en defensa del voto de las mujeres, pero me parecen igualmente importantes, e incluso más potentes, sus intervenciones del 1 de diciembre recogidas en el Diario de Sesiones (y accesibles a todo el mundo gracias a la digitación de esos documentos históricos puesto a disposición de todos en la web del Congreso de los Diputados).
Es ese día cuando Campoamor –“ya es hora de que se hable claro; y yo he de hablar muy claro siempre, pero hoy más”– recrimina a Sus Señorías, “que es más fácil ser demócrata y liberal ‘laríngeo’ que demócrata y liberal actuante”. Y el ‘laringismo’ no ha muerto, sigue vivo casi un siglo después aunque le hayamos puesto otros nombres. Actuar en coherencia con las ideas que uno dice defender no debería ser tan difícil, pero parece que sí lo es.
El feminismo es una idea, lucha, valor, exigencia revitalizada desde hace un par de años. Alcanzamos el punto álgido con la celebración del último 8 de marzo. Desde entonces, todos los días las agendas informativas están llenas de jornadas, premios, debates, simposios, seminarios, encuentros, fotos, compañas, hashtags, eslóganes que miran y hablan de la igualdad de las mujeres, pero no avanzamos. El feminismo ‘laríngeo’ no nos lleva a ninguna parte. Hay que hablar para cambiar las cosas, pero las cosas no se cambian sólo hablando.
Ni puedo ni quiero restarle valor al clima de opinión y concienciación que toda esa actividad ha propiciado. De hecho, entre las reivindicaciones de la convocatoria de huelga general de dos horas por turno que realizamos UGT y CCOO el último 8 de marzo, estaba combatir el sexismo desde los medios de comunicación con formación y códigos deontológicos, así como un sistema educativo que promueva en las aulas los principios de igualdad de género.
Pero, en mi opinión, empezamos a correr el riesgo de pensar que el feminismo es el ‘laringismo’ feminista, y sería un gigantesco error. Yo también quiero hablar claro: la igualdad de género tiene un coste económico al que nadie quiere mirar porque nadie quiere asumir. Socializar los trabajos de cuidados que recaen mayoritariamente en las mujeres tiene un coste; eliminar la brecha salarial tiene un coste; acabar con la precariedad laboral de las mujeres tiene un coste; y podría seguir. ¿Hablamos de esto ya, o seguimos dando vueltas?