Urge mantener los empleos y garantizar rentas a las personas
Fecha: 30 Abr 2020
Avance de la Contabilidad Nacional del I Trimestre: desplome esperado de la economía
► Los datos provisionales de la Contabilidad Nacional del primer trimestre de 2020 muestran lo que ya se sabía: el enorme y negativo impacto del Covid-19 sobre la economía y el empleo.
► UGT considera que la salida de esta crisis debe trazarse desde el diálogo social, y con la ayuda pública que sea necesaria para que los sectores productivos y las empresas puedan soportar estos momentos sin caer en la quiebra.
► El objetivo es preservar el empleo, de ahí la necesidad de prologar los ERTES cuando sea necesario y que todas las personas tengan protección, lo que exige poner en marcha ya un ingreso mínimo vital, aunque sea con carácter provisional, mientras se negocia con más calma un ingreso permanente.
► UGT defiende que los organismos que han salido reforzados de la anterior crisis, las grandes corporaciones y el sector financiero, contribuyan ahora en mayor medida a salir de ésta. Para ello, son precisas medidas fiscales extraordinarias. Asimismo, es necesario evitar el reparto de dividendos en esta etapa e impedir las operaciones con territorios que operan como paraísos fiscales.
El INE ha publicado hoy el avance de la Contabilidad Nacional del primer trimestre de 2020, que estima ya los primeros efectos económicos del COVID-19 (aunque advierte de su provisionalidad, y de la posibilidad de que se produzcan importantes correcciones cuando se publique el dato definitivo, el 30 de junio). Pese a que la economía mostraba hace tiempo señales de agotamiento (el crecimiento del PIB se desaceleró continuamente en los dos últimos años, pasando del 3% al 1,8%), la paralización de la economía provocada por el confinamiento que comenzó este mes de marzo ha provocado un cambio de escenario brusco, con un desplome trimestral del PIB del 5,2%, que supone no solo el primer dato negativo desde 2013 (como se esperaba), sino la mayor caída de nuestra historia moderna. Los datos conocidos hoy sobre la evolución de la producción en Francia o EEUU, por ejemplo, reflejan caídas de intensidades similares (5,8% y 4,8%, respectivamente), lo que muestra que se trata de un impacto generalizado en todos los países que están sufriendo de manera importante la pandemia, y que se deriva directamente de la paralización de buena parte de la producción por motivos sanitarios. En términos interanuales, el PIB cae un 4,1%.
La caída es generalizada. Desde el punto de vista de la demanda, destaca el hundimiento del consumo de los hogares (-7,5% en el trimestre, -6,7% anual), lógico por el cierre de establecimientos y las restricciones de salida que se implantaron con el estado de alarma. Por el contrario, aumenta el gasto de la Administraciones Públicas, debido al mayor esfuerzo que ha tenido que hacer en esta fase (pasa del 2,4% anual al 3,6%). También se desploma la inversión (-5,5% anual), siendo especialmente intensa en el caso de la vivienda (-11,9%). La paralización del comercio internacional ha producido un intenso descenso tanto de las exportaciones (-6,3%) como de las importaciones (-7,4%), que aportan no obstante un saldo externo positivo al crecimiento de dos décimas.
Por el lado de la oferta la caída es también extensiva, aunque se observan diferentes intensidades, e incluso el mantenimiento del tono en actividades no afectadas (o impulsadas) por el confinamiento. Los sectores más afectados han sido la construcción y los servicios, con caídas trimestrales del 8,1% y del 5,6% respectivamente. Pero dentro de este último hay notables diferencias: mientras el descenso de las ramas de comercio, transporte y hostelería llega al 10,9% en el trimestre (-9,7% anual), las actividades financieras y de seguros crecen un 1% en el trimestre (manteniendo un crecimiento anual del 6,9), y las que engloban los servicios públicos (incluyendo sanidad) crecen el 0,8 en el trimestre (y repuntan al 2% anual). La agricultura desciende trimestralmente un 1,4% (2,5% anual) y la industria un 2,7% (cae de positivo al -2,2 anual). En suma, en el primer trimestre se aprecia que ha afectado en mayor medida a las actividades económicas más afectadas por el distanciamiento social.
Un dato destacado es el efecto de la crisis sobre las horas trabajadas de nuestra economía, que reflejan mejor que el número de ocupados el impacto puntual sobre el empleo. En términos intertrimestrales ha marcado un descenso del 5% de horas trabajadas, y en términos anuales del 4,2%. Si desagregamos estos datos interanualmente por sectores los peor parados son la agricultura (-9,9%) y construcción (-9,8%). El sector servicios registra una bajada del 3,5% y la industria del 2,8%.
En definitiva, los datos conocidos hoy (aún con las cautelas expresadas acertadamente por el INE) muestran lo que ya se sabía: que el impacto de las Covid-19 sobre la economía y el empleo está siendo y será enorme. En este sentido, lo importante no es ahora la precisión del dato en sí, poco relevante cuando se trata de una magnitud como la referida, sino entender su significado global y actuar en consecuencia.
La paralización económica derivada de la pandemia ha supuesto una quiebra de la evolución normal del país, y como tal, se precisa una relectura de la evolución económica y una nueva estrategia para la salida, en tres etapas: primero, garantizar la salud de las personas; segundo, paliar en la mayor medida posible el golpe; tercero, impulsar con todos los medios al alcance (que deben ser muchos) la actividad y el empleo, sin menoscabar las medidas sanitarias. En este sentido, todo lo que no se haga ahora se tendrá que hacer después, y quizá sea tarde.
La estrategia de salida debe trazarse a partir del diálogo social, sumando a todos los agentes en esta tarea colectiva, que requerirá de una enorme ayuda pública, para que los sectores productivos puedan soportar estos momentos sin caer en la quiebra, para garantizar los empleos, y para que tengan los medios financieros adecuados para reactivar sus actividades en cuanto sea posible. Igualmente, es imprescindible garantizar las rentas a los hogares facilitando, vía prestaciones, que no se produzca un aumento de la pobreza ni de la desigualdad durante esta etapa convulsa y que, una vez finalice el confinamiento, puedan tener la posibilidad de mantener el empleo y un nivel de vida adecuado. En este sentido, es imprescindible adoptar las medidas adecuadas para que las personas afectadas por los ERTEs recuperen plenamente sus empleos cuando pase esta fase de paralización forzada de la actividad, así como garantizar ingresos mínimos a todas las personas con carácter de urgencia.
En este escenario, no todos los agentes poseen la misma responsabilidad. Las personas asalariadas aún no se han recuperado de la precarización laboral y la devaluación salarial del período 2009-2013, y no tienen capacidad para realizar ahora esfuerzos adicionales. Pero las grandes sociedades superaron hace años el impacto de la gran recesión, y hace mucho que obtienen beneficios muy elevados. Son estas corporaciones, así como el sector financiero, las que deben asumir ahora mayores compromisos para empujar hacia la salida de la crisis, por capacidad, por responsabilidad y por solidaridad. Para ello, deben establecerse medidas fiscales extraordinarias, que recaigan sobre estas entidades y sobre las rentas más elevadas, para obtener ingresos que permitan financiar las medidas de gasto, así como evitar el reparto de dividendos en esta etapa e impedir las operaciones con territorios que operan como paraísos fiscales.
Por último, resulta crucial la solidaridad europea, con planes de actuación coordinados y bien financiados para que los gobiernos encuentren el apoyo necesario a las políticas necesarias, sin que suponga un aumento inasumible de las deudas soberanas. La UE debe asumir que se trata de un shock que afecta a todas las economías por igual, y que la salida debe ser conjunta.